Cuando pienso en la logística del futuro, tengo claro que no se trata de imaginar coches voladores o almacenes llenos de robots. La verdadera transformación está mucho más cerca, y empieza con decisiones que ya estamos tomando hoy: cómo se diseñan y construyen los parques logísticos que las empresas van a necesitar dentro de cinco o diez años.
Y es que el crecimiento del comercio electrónico, la presión por ser más sostenibles y los cambios en la forma en que trabajamos y vivimos están obligando a replantear cómo deben ser estos espacios. No es solo una cuestión de metros cuadrados, sino de visión, tecnología y, sobre todo, de personas.
Lo que ya está cambiando
Uno de los primeros grandes retos que tenemos por delante es la electrificación de las operaciones logísticas. Y no hablo solo de enchufar un coche eléctrico, sino de contar con infraestructuras capaces de alimentar, al mismo tiempo, a decenas o cientos de vehículos, tanto ligeros como pesados.
Para que eso funcione, necesitamos algo más que enchufes. Hablamos de sistemas eléctricos robustos, almacenamiento de energía, placas solares instaladas en los tejados y lo que se conoce como microgrids: pequeñas redes eléctricas que permiten gestionar mejor la energía generada y consumida dentro del parque.
Esto ya no es un lujo. Es el nuevo estándar. Y si no lo tenemos en cuenta desde el diseño, nos quedaremos cortos muy rápido.
Flexibilidad como norma
Otro punto clave es la flexibilidad. En el pasado, los parques logísticos se construían con una idea fija: un tipo de mercancía, una forma de operar. Hoy eso no sirve. Las empresas cambian, crecen, se transforman. Por eso necesitamos espacios que se adapten.
Una buena forma de lograrlo es estandarizando al máximo: alturas libres generosas, pocas columnas que interrumpan el espacio, estructuras que permitan modificaciones rápidas. Todo esto permite que una misma nave pueda ser usada por empresas con necesidades muy distintas, sin necesidad de grandes reformas.
Además, es importante que los parques se puedan ampliar sin salir del mismo entorno. Diseñarlos con módulos escalables permite que una empresa empiece con una superficie y crezca a medida que lo necesite, sin tener que cambiar de ubicación.
Atraer talento también importa
Pero no todo es cuestión de electricidad y espacio. Un aspecto que cada vez pesa más en el éxito de un parque logístico es su capacidad para atraer y retener a buenos profesionales. Porque por muy moderna que sea la nave, sin un equipo comprometido, no hay operación que funcione.
Por eso es clave pensar en las personas desde el primer momento. Eso significa ubicar los parques en zonas bien conectadas por transporte público, incorporar zonas verdes, espacios para descansar, instalaciones deportivas, servicios como cafeterías o guarderías… En resumen, hacer que trabajar allí sea agradable.
Esta es una tendencia que ya empieza a consolidarse. Y lo mejor es que no es solo una cuestión de imagen. Está demostrado que este tipo de entornos mejoran la productividad y reducen la rotación de personal. Algo vital en un sector donde el talento escasea.
Más allá de lo visible
Si miramos un poco más allá, hay otros factores que también están entrando en juego y que marcan la diferencia entre un parque normal y uno preparado para el futuro. Me refiero a todo lo que tiene que ver con la sostenibilidad real, no la de los discursos.
Hoy ya no basta con poner el sello verde en la entrada. Hay que demostrar que todo el ciclo de vida del parque —desde la elección de los materiales hasta su resistencia al cambio climático— cumple con criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés).
Esto incluye certificaciones exigentes que evalúan cada detalle: la eficiencia energética, el impacto en el entorno, la gestión de residuos, la calidad del aire interior… Y, lo más importante, hay que hacerlo con datos, con trazabilidad, con evidencia.
No se trata de cumplir por cumplir, sino de asumir que cada decisión constructiva tiene un impacto a largo plazo. Y eso, hoy más que nunca, tiene que estar en el centro de nuestra forma de diseñar y construir.
Un ejemplo que lo reúne todo
Recientemente he seguido de cerca algunos proyectos que ya aplican todo esto. En ellos, la infraestructura eléctrica no solo está preparada para el presente, sino para una demanda que crecerá año tras año. Las naves se han diseñado sin columnas interiores, con alturas generosas y espacios modulares que permiten crecer sin cambiar de ubicación.
Además, se han incluido elementos que mejoran la vida de quienes trabajan allí: zonas comunes, espacios verdes, instalaciones deportivas, transporte público cerca… Y todo esto se ha hecho siguiendo los criterios de sostenibilidad más exigentes, desde los materiales de construcción hasta la eficiencia en el uso del agua.
Eso es lo que, en mi opinión, diferencia un parque del futuro de uno del pasado. No se trata de añadir elementos aislados, sino de integrar todas las variables desde el principio. Diseñar no solo para la operación, sino para las personas, el entorno y el tiempo.
Diseñar hoy pensando en mañana
A veces parece que hablar de parques logísticos es hablar solo de metros, camiones y almacenes. Pero no es así. Cada decisión que tomamos hoy tiene un impacto enorme en cómo funcionará el sector dentro de cinco, diez o quince años.
Diseñar con visión de futuro no es un extra. Es una necesidad. Es entender que la logística no se trata solo de mover productos, sino de crear ecosistemas eficientes, sostenibles y humanos.
Y esa responsabilidad empieza desde el plano. Desde el momento en que decidimos dónde poner una nave, qué materiales usar, cómo circulará la energía por dentro, qué servicios ofreceremos a quienes trabajen allí y cómo nos integraremos en el entorno.
En resumen: no basta con pensar en lo que necesitamos hoy. Hay que imaginar lo que necesitaremos mañana y empezar a construirlo ahora.